INTA es parte de un grupo CREA
Experiencia en la región Sudeste.
En 2013, los integrantes del CREA Mar Chiquita (región Sudeste) comenzaron a vincularse con Carlos Maglietti y Enrique Paván, investigadores del INTA Balcarce dedicados a evaluar el impacto de los sistemas ganaderos en la producción y calidad de la carne bovina. Luego, en 2016, dieron un paso más, invitándolos a formar parte del grupo.
“Al participar de las reuniones del CREA, tenemos la posibilidad de ponernos al tanto de las necesidades de los empresarios; ellos, a su vez, pueden realizar un seguimiento de las investigaciones que realizamos en INTA. Constituye una instancia de beneficio mutuo que se retroalimenta de manera constante”, explica Carlos Maglietti.
Carlos y Enrique son responsables de un módulo del INTA Balcarce (R7) al cual todos los años ingresan 320-350 terneros de 160-180 kilos por cabeza entre los meses de marzo y mayo. Y se van un año después con un peso de 370 a 420 kilos.
Comprende un área de 70 hectáreas, de las cuales un 70% cuenta con pasturas perennes y el 30% restante se encuentra en rotación agrícola con maíz destinado a cortapicado y verdeos de invierno. Las lomas tienen festuca mediterránea consociada con alfalfa (grupo VI), mientras que las medias lomas y los bajos tienen festuca continental pura o consociada con trébol rojo, blanco y, en algunos casos, achicoria. Para obtener altos niveles de crecimiento, se instrumenta un esquema de fertilización que comprende la aplicación de urea en dos momentos del año: en otoño se fertilizan las festucas mediterráneas y a mediados de julio las continentales; en ambos casos con 120 kg/ha. En otoño también se aplican 80 kg/ha de fosfato diamónico.
El manejo se realiza con un pastoreo rotativo en franjas, que se extiende durante tres a cuatro días con un objetivo de cargas instantáneas que, en ocasiones, supera las 100 cabezas/ha. “Este sistema cuenta con los inconvenientes operativos que puede tener cualquier campo ganadero; se trata de manejar el pasto en función de su crecimiento, fertilizando muy bien las pasturas y atendiendo al control de malezas. Cuando no es suficiente para sostener la carga programada, se recurre al silaje, mientras que si el pasto sobra se hacen rollos para mantener la estructura hiperproductiva de la pastura”, remarca Carlos.
La terminación se realiza a corral con aporte de una mezcla realizada en mixer. “El sistema es cerrado: cuando las pasturas empiezan a aflojar en el verano los animales son derivados a los corrales, de manera tal de mantener cargas estables hasta completar el ciclo para que ingrese la siguiente camada de terneros; el pastoreo se combina flexiblemente con la suplementación en función de las circunstancias”, apunta el investigador del INTA.
El sistema está montando en un lote con aptitud agrícola, aunque una parte suele anegarse en situaciones de excesos hídricos. “De todas maneras, los anegamientos son temporarios; en ningún caso hemos llegado a perder pasturas”, comenta Carlos.
La carne proveniente de bovinos producidos mayormente en sistemas pastoriles tiene un perfil de ácidos grasos más saludable (baja relación omega 6: omega 3) respecto de los animales que pasan buena parte de su existencia en feed lots.
“Nuestras evaluaciones –realizadas en el laboratorio del INTA Balcarce– muestran que la terminación a corral de animales que basaron la mayor parte de su dieta en pasturas de buena calidad contribuye a mantener el perfil de ácidos grasos de la carne en niveles más adecuados para el consumidor, de acuerdo a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud”, indica Carlos.
“El planteo permite lograr, en un marco de sostenibilidad, altos niveles de producción de carne con un buen perfil de ácidos grasos, una característica deseable para el consumidor que, por el momento, no es valorizada en el mercado, aunque en algún momento podría llegar a serlo con una adecuada estrategia de comercialización”, agrega.
Desde el ingreso de los terneros hasta el egreso de los novillos, los investigadores toman datos de mercado para realizar una gestión de costos e ingresos que permita evaluar la viabilidad económica del planteo realizado.
“En siete de los ocho ejercicios, el modelo –considerando incluso el costo de oportunidad de la tierra– resultó rentable a partir de un uso intensivo del pasto, del aporte del silaje y de una adecuada relación de compraventa”, señala el técnico del INTA (ver gráfico 1).
Gráfico 1. Relación de compraventa y resultado por producción del módulo R7de INTA Balcarce (2011/2018)
“De todas maneras, vale aclarar que, al tratarse de un sistema intensivo con un costo directo de entre 900 y 1000 U$S/ha, no tolera errores de manejo ni comerciales, lo que implica que requiere una gestión profesional para que resulte exitoso”, añade.
Experiencia
“La participación activa de los investigadores del INTA en el grupo nos permite contar con mejores herramientas para evaluar cómo producir y aprovechar el pasto de la mejor manera posible”, explica Andrés “Chapu” Candelo, asesor del CREA Mar Chiquita (quien, además, asesora a los CREA Frontera, Balcarce, y al grupo de Encargados de Vidal, que funciona con metodología CREA).
“Además de contribuir a mejorar la salud del suelo y ser aliadas en la mitigación de efectos no deseados de la agricultura tradicional –como puede ser el caso de las malezas problemáticas– las pasturas permiten, si son bien gestionadas, incrementar el capital de las empresas, generando actividades adicionales para empresas familiares en crecimiento”, concluye.
Beneficio mutuo
Marcelo Acosta, miembro del CREA Mar Chiquita, fue quien propuso incorporar al grupo a la Reserva 7 del INTA Balcarce. La iniciativa fue aceptada por todos. “El hecho de que los investigadores del INTA y de las universidades trabajen junto a los empresarios debería ser lo usual porque así podemos sumar conocimientos y generar avances a una velocidad mayor”, comenta Marcelo, quien en su campo cuenta con un módulo dónde investigadores del Departamento de Parasitología y Enfermedades Parasitarias de la Facultad de Ciencias Veterinarias de Tandil (UNICEN) evalúan alternativas biológicas para el control de parásitos resistentes. “Estimo que en el futuro habrá otros grupos CREA que irán por el mismo camino por los beneficios mutuos que generan estas interacciones”, asegura Marcelo.
La nota forma parte de la edición de julio de la Revista CREA