Cómo transformar un problema en una oportunidad
Gestión de napas en el CREA Sanavirones
En los primeros 15 años de desarrollo agrícola de la zona santiagueña de Bandera, la principal preocupación de los empresarios fue la sequía. Pero en el último lustro se produjo un ascenso progresivo de la napa freática hasta alcanzar un nivel tal que basta una lluvia abundante para provocar inundaciones.
Sin embargo, los empresarios del CREA Sanavirones lograron reaccionar a tiempo para transformar sin escalas un problema en una oportunidad. “En 2015, en plena inundación, instalamos en el campo cuatro freatímetros para hacer un seguimiento sistemático de la profundidad de la napa”, comenta Esteban Chinchurreta, integrante del CREA.
Los empresarios del grupo comenzaron entonces a estudiar el nuevo escenario ambiental para evaluar la necesidad de rediseñar el modelo productivo que venían implementando hasta el momento, en el cual prevalecía la siembra estival de granos gruesos con barbechos químicos durante el otoño-invierno.
“Hasta hace seis años teníamos el chip del uso eficiente del agua, buscando ahorrar la mayor cantidad posible de milímetros. Pero con el nuevo chip de la inundación, tuvimos que aprender en poco tiempo a gestionar la profundidad de la napa”, relata Esteban.
Hace seis años, el campo localizado en la zona de Tomas Young –unos 40 kilómetros al norte de Bandera– tenía la napa a unos cinco a seis metros de profundidad. Pero eso ya es historia. El nivel promedio registrado el mes pasado estaba en el orden de los dos metros, con un rango de variabilidad de 2,4 a 1,2 metros por sector.
Las mediciones realizadas en cada uno de los freatímetros de los campos que integran el CREA Sanavirones son informadas a comienzos de cada mes al asesor del grupo para que este analice la evolución regional de esa variable. El grupo cuenta con una red de freatímetros instalada en el año 2016, que en la actualidad tiene un total de 33 equipos. El próximo desafío, además de medir profundidad de la napa, es comenzar a analizar la calidad del agua subterránea.
El aumento del nivel de las napas freáticas provocó un cambio drástico: el cultivo de trigo –que inicialmente se sembraba cuando se podía, si aparecía algo de humedad durante el otoño– se transformó en la principal fuente de ingresos de las empresas de la zona en los últimos años, dado que lograron muy buenos rendimientos –con promedios de 40 qq/ha en muchos casos– combinados con precios atractivos (producto de la eliminación de los ROE instrumentada por el actual gobierno nacional).
Además de un buen negocio, el trigo es un cultivo obligado en la zona para intentar deprimir el nivel de las napas, de manera tal de lograr que estas tengan al menos dos metros de profundidad en la primavera y que no se transformen en un problema durante la siembra de granos gruesos. La mayor intensificación es necesaria para evitar las pérdidas productivas y económicas generadas por la imposibilidad de sembrar, pulverizar o cosechar en los períodos adecuados.
“Hoy el trigo, además de ser esencial para regular los excesos hídricos, se transformó en el cultivo más estable y uno de los más atractivos en términos económicos; esto era algo impensado apenas seis años atrás”, relata Esteban.
Por otra parte, el trigo en la zona suele registrar buenos niveles de calidad panadera, lo que permite diversificar la estrategia comercial enviándolo a las terminales portuarias de Rosario y destinarlo, además, a abastecer la demanda molinera presente en otras zonas del país.
La ventana de siembra de trigo –ciclos cortos e intermedios– se encuentra entre el 25 de mayo y el 15 de junio; pasarse de esa fecha implica el riesgo de que el cultivo se vea afectado por un golpe de calor.
Además de trigo, la empresa incorporó a la rotación el cultivo de girasol. “Lo sembramos en agosto. Debido a la elevada demanda de agua que tiene esa oleaginosa, nos permite llegar a las siembras de diciembre (maíz o soja) con un menor riesgo de inundación o anegamiento”, apunta el empresario CREA.
El régimen histórico de precipitaciones anual es del orden de 900 milímetros. El objetivo –ya sea con trigo o girasol– es absorber la mayor parte de ese aporte en el otoño/invierno para llegar al verano sin riesgos hídricos ante la aparición de una lluvia importante.
“Una vez cosechado el trigo y el girasol, comenzamos a tomar mediciones con caladores de la profundidad de la napa en diferentes sectores del campo, de manera tal de tener un mapa bastante completo de su profundidad en los distintos lotes”, explica Esteban.
“Venimos adelantando la siembra de granos gruesos para iniciarla hacia el 20 o 25 de noviembre, pero no descarto que en algún momento pueda ser incluso antes. Creo que en el modelo productivo actual es más importante el ambiente que la fecha objetivo, porque si la napa está muy cerca de la superficie, deberíamos sembrar lo antes posible para reducir riesgos de excesos hídricos”, añade.
Buena parte del éxito de una gestión sustentada en el monitoreo de la napa freática reside en comprender su variabilidad; por lo tanto, el diseño agronómico que fue conveniente en una campaña quizás no lo sea en la siguiente.
El cambio de modelo productivo, además de requerir un mayor aporte intelectual y creatividad, implica lidiar con los inconvenientes crecientes provocados por malezas y plagas problemáticas, que si bien son la regla general en el negocio agrícola de los últimos años, en el norte argentino se expresan con particular intensidad. En el ciclo 2018/19 debieron enfrentar ataques intensos de picudo de la soja y oruga militar grande (Spodoptera cosmioides), además de la extensión de yuyo colorado resistente a herbicidas.
El campo tiene la ventaja de encontrarse sobre una ruta asfaltada. Sin embargo, la red vial presente en la zona no fue diseñada para afrontar excesos hídricos, por lo que muchos caminos rurales pueden quedar inutilizados durante meses frente a inundaciones, y ello dificulta la gestión productiva y comercial de muchos establecimientos de la zona. El Consorcio Caminero Estación Bandera carece de los recursos suficientes para dar una respuesta acorde al problema.
“Si bien estamos en una región con graves déficits de infraestructura y un potencial productivo inferior a los de la zona central del país, en los últimos años venimos implementando un sistema productivo cada vez más semejante al de la región pampeana, incluso en lo que respecta a mejoras en fertilización para buscar nuevos techos de rendimiento”, asegura Esteban.