Camas biológicas: en qué consisten
Científicas argentinas están desarrollando un protocolo para diseñar dispositivos que permitan limpiar pulverizadoras
Maia Lescano y Cristina Zalazar, investigadoras del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (Intec), en 2016 tomaron contacto con especialistas del Instituto Sueco de Ingeniería Agrícola y Ambiental para interiorizarse sobre el diseño de los denominados biobeds, que consisten en camas biológicas que permiten degradar residuos de agroquímicos resultantes del lavado y carga de equipos pulverizadores.
Las investigadoras santafesinas comenzaron entonces a adaptar esa tecnología a la realidad argentina por medio del uso de materiales presentes en diferentes regiones productivas.
Los primeros sustratos evaluados en laboratorio –en cajas de 30 litros– estuvieron confeccionados con suelo de la zona y rastrojos de trigo y paja de moha y alfalfa (en todos los casos en proporciones de 50-50%), lo cuales, al momento de mezclase, deben estar muy bien picados. También en algunos casos probaron mezclar resaca de río (material alternativo a la turba empleada en la biomezcla original sueca) con el suelo.
El sustrato debe reposar o madurar por al menos dos meses antes de ser usado como biodegradador. “Las bacterias y los hongos degradan los agroquímicos, por lo que no se trata de pasar el contaminante de una matriz a otra, sino de degradarlo”, recalca Maia.
Posteriormente se replicaron las pruebas en contenedores de 50, 100 y 1000 litros de capacidad; los más pequeños recibieron efluentes reales provenientes del lavado de pulverizadoras, mientras que en el más grande, además del efluente, se adicionaron diferentes dosis de agroquímicos para evaluar la capacidad de degradación frente a un eventual caso de derrame accidental de productos.
“Estamos terminando de realizar el análisis de los datos, los cuales estarán publicados próximamente; los resultados preliminares muestran que en todos los casos las camas biológicas evaluadas tuvieron una gran capacidad para degradar glifosato, AMPA, atrazina, 2-4,D, prometrina, carbendazim e imidacloprid”, explica Maia.
“Estamos permanentemente evaluando nuevos sustratos; por ejemplo, pronto vamos a comenzar a estudiar sustratos lignocelulócicos, tales como la cáscara de maní, de arroz y de girasol”, añade la investigadora del Intec, organismo dependiente del Conicet y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
El siguiente paso consiste en montar una cama biológica a escala real en la sede de la Cooperativa Agrícola Mixta de Margarita Ltda., que contará con un sistema de recirculación, el cual, por medio de la acción de una bomba eléctrica, derivará el efluente a un tanque para luego volcarlo sobre un pozo impermeabilizado con el sustrato biológico que lo degradará (el cual estará techado con un material que permita el paso de la luz solar). La cama biológica, que ya está construcción, comenzará a funcionar durante el primer semestre de este año.
El desafío, además de continuar con los ensayos, es dar a conocer la tecnología para lograr que se implemente en las diferentes regiones agrícolas argentinas. Para eso dos años atrás las investigadoras comenzaron a trabajar junto a técnicos y especialistas del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM) con el propósito de confeccionar una guía de recomendación para la construcción de camas biológicas que contenga información sobre el empleo de sustratos, proporciones y diseños de la plataforma. “Este año estará lista la publicación”, adelanta Maia.
El artículo completo puede verse en la edición de enero de la Revista CREA