Los problemas estructurales de la lechería argentina
“Cuando los factores coyunturales, como sequías o bajas de precios internacionales, generan crisis recurrentes, entonces evidentemente el problema es estructural”. Así lo indicó Jorge Giraudo, director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), durante una conferencia ofrecida en el Outlook de la Cadena Láctea Argentina 2018 realizado recientemente en la ciudad de Buenos Aires.
La producción argentina de leche se encuentra estancada al tiempo que viene creciendo en muchas naciones competidoras, tales como Uruguay, EE.UU. y Nueva Zelanda. El consumo interno de lácteos se encuentra en el límite de sus posibilidades, mientras que las exportaciones muestran una tendencia decreciente.
Entre los factores macroeconómicos desfavorables –que intervienen en la mayor parte de las actividades productivas, no solamente en la lechería– se incluyen la inflación de costos, sobreapreación cambiaria, tasas de interés excesivas, alta presión tributaria y cargas burocráticas sobredimensionadas. También forman parte del problema los déficits logísticos (fundamentalmente caminos rurales intransitables cuando se produce excesos hídricos).
Otra de las cuestiones que hacen a la falta de competitividad es el hecho de contar con producciones inferiores a las potenciales por un desaprovechamiento de los recursos disponibles. Un relevamiento reciente realizado por INTA refleja –por ejemplo– que más de la mitad de los tambos argentinos no cuenta con sombra en el corral de espera y que más del 90% tienen sombras artificiales para vacas subdimensionadas y carecen de ventiladores y aspersores para bajar la temperatura corporal de los animales en el período estival.
“En lo que respecta al sector industrial, el índice de concentración es uno de los más bajos del sector lácteo mundial”, explicó Giraudo. En el mercado local abundan las plantas industriales de baja escala y la capacidad ociosa –actualmente superior al 40%– es muy elevada, lo que contribuye a promover situaciones de informalidad y competencia desleal. La elaboración, además, cuenta con una bajo nivel de especialización con una concentración en un solo producto (quesos).
La productividad de la mano de obra en la industria láctea argentina es muy baja con un volumen de 800 litros de leche procesados por cada trabajador registrado versus, por ejemplo, más de 4200 litros por empleado en Nueva Zelanda. “La incidencia del costo de la mano de obra en el precio mayorista de los productos lácteos oscila entre 14% y 24%, dependiendo del nivel de eficiencia de la industria”, indicó Giraudo.
Otra de las falencias es la carencia de instituciones sólidas capaces de generar espacios de articulación entre los diferentes integrantes de la cadena láctea, tales como DairyNZ (que en 2017 contó con un presupuesto equivalente a 48,5 millones de dólares estadounidenses), Dairy Australia (47,1 M/u$s) o el más cercano Instituto Nacional de la Leche de Uruguay (1,77 M/u$s). En la Argentina la Fundación PEL dispuso el año pasado de un presupuesto de apenas 0,18 M/u$s.